El enorme tigre se encontraba frente a Pablo.
Éste, observando aquella mirada feroz y amarilla, se sentía en total desventaja.
Esa enorme masa de músculos en tensión, las tremendas garras y el porte potente, orgulloso y agresivo del felino, lo hacían sentir indefenso.
Eran unos ciento cincuenta kilos de potencia para matar.
Se imaginó al animal atacándolo, desgarrando su carne; y se dio cuenta de que nada podría hacer.
La bestia rugió desafiante y Pablo sintió un estremecimiento.
El tigre avanzó lentamente, furioso, acortando la distancia entre ellos. Ya casi podía sentir su respiración…
Instintivamente el hombre dio un paso atrás.
Miró su reloj y comenzó a retroceder lentamente…muy lentamente, alejándose de la fiera.
Todavía faltaba media hora para que cerrara el zoológico.
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LUIS RODRÍGUEZ.
¡Uf, qué alivio sentí al final! Parecía tan claro lo que estaba por suceder…
¡Muy bueno, Luis!
¡Un gran abrazo!
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Muchas gracias.
Me gusta lo inesperado.
Un abrazo.
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Lo inesperado en los relatos, supongo, porque sabes que así atrapas a tus lectores sin piedad, hasta con zapatos…
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Genial relato, Luis. Me gustó mucho su lectura. Muy redondo y el final en el punto preciso para sacarlo a uno de control, por decirlo así.
Bravo, amigo.
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Muchas gracias.
Los finales inesperados siempre me gustaron.
Un gran abrazo a la distancia.
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Muy bueno Luis, con suspense… Un abrazo
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Muchas gracias.
Un abrazo.
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Muito bom o seu texto. Curto e bem construído!
Um abraço.
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Muito obrigado.
Un abraço.
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Muchas gracias por el enlace.
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