Aquellos tres extraños seres se bajaron de la nave caminando con dificultad dentro de sus extraños y abultados trajes.
Habían recorrido miles de años luz, luego de atravesar un «agujero negro,» como atajo para la gran distancia.
Estaban seguros que en alguna parte del universo tendría que haber vida. ¡No podían estar solos en el inmenso universo!
Ahora que habían erradicado la violencia de su planeta, poseían más recursos y colaboración entre naciones para la exploración espacial y la búsqueda de inteligencia..
¡Y al fin la habían encontrado! Una ciudad entera se veía en la distancia.
Aterrizaron lejos del centro poblado. ¿Cómo serían esos seres?
Por sus construcciones tenían inteligencia.
El trío caminaba despacio, con todo su cuerpo temblando por la emoción.
En sus manos llevaban unos largos aparatos que medían la radiación y los rayos nocivos.
Después de tantos siglos dos culturas completamente distintas se encontrarían. Eso resultaría en un gran adelanto tecnológico para ambos.
Siempre se pueden encontrar cosas nuevas en mundos desconocidos.
Llenos de esperanza siguieron avanzando. Tenían mucho para ganar…
De repente unos rayos partieron de la ciudad, haciendo desparecer a los caminantes.
Otros dieron contra la nave, reduciéndola a cenizas.
Los detectores se tomaron como armas, y los gritos de advertencia fueron en una frecuencia que los extranjeros no captaron.
Una oportunidad de progreso había desaparecido definitivamente.
De los terrestres muertos nadie supo más nada.
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LUIS RODRÍGUEZ.
Gracias.
Son cosas que es probable que pasen.
Un abrazo.
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¡Qué pena! ni un atisbo de diálogo, de encuentro entre dos culturas diferentes. La ficción refleja la vida tal cual es. Un cordial saludo
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En la novela que estoy escribiendo, y que sale en unos diez días, sí hay
diálogos.
Pero no todo será como parece…
Gracias por el comentario.
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