Colón se encontraba nervioso.
Ya hacía mucho tiempo que estaban navegando, y solo veían agua rodeándolos por todas partes.
La tripulación intentó una especie de rebelión, pero él, recurriendo a las palabras, los convenció y les pidió una semana más.
Cumplido ese plazo, si no había novedades, regresarían a España.
Pero por suerte, a punto de culminar los días de admistía, Rodrigo de Triana, desde la torreta situada en el el mástil mayor, gritó:
__¡Tierra!
Se fueron acercando lentamente, y al estar más arrimados a la costa vieron un grupo de hombres emplumados y con arcos y flechas en las manos.
¿Serían hostiles? Por las dudas mandó a ponerse las armaduras, y los indios al verlos brillar, los tomaron por dioses.
En el momento en que se estaban arrimando a la costa el panorama cambió radicalmente…
Ya no estaban en un barco, sino en una nave espacial, y Marte ya se veía muy cerca y amenazante, con su típico color rojizo.
Era un astronauta, y se estaba poniendo el traje espacial.
Por primera vez un humano pisaría el planeta.
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Dos hombres vestidos de blanco lo miraban desde unos cincuenta metros.
__Pobre, no sabe ni dónde está __comentó uno, viendolo sentado en un banco del patio, con la mirada perdida.
__Está irremediablemente loco __concluyó el otro.
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LUIS RODRÍGUEZ