
Basta ver jugar a cualquier niño. Inmerso en un mundo de fantasía, construye y destruye universos a veces imposibles, sin importarle las leyes físicas.
Ya adolescente, mixtura aquella imaginación desbordante con un nuevo ingrediente que la racionaliza: la esperanza.
Y ésta no nos abandona jamás. Por más golpes que nos de la vida siempre haremos un espacio, aunque nos declaremos públicamente pesimistas, para un: «De repente más adelante».
Pero la felicidad siempre fue o será, nunca es. ¿Se trata de un espejismo?
Bienvenido sea, ya que es el combustible que nos impulsa hacia el futuro.
«Abortados los sueños se desangran en la realidad, y el conformismo los devora con cubiertos de ansiedad.»
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LUIS RODRÍGUEZ